
Quizá ocurra hoy, pensaba cada mañana, al levantarse, al cepillarse los dientes, al observar su cara reflejada en el espejo. Lo que estaba viviendo no podía ser de verdad, la fama y bienestar no podían ser reales, no para un tipo como él, execrado por la diosa fortuna. Algo raro debía de estar ocurriendo. Un día no aguantó más la incertidumbre; temía que llegado el momento lo encontrase ocupado, o disfrutando, distraído y no preparado mentalmente. Se quedó en casa, y de allí en más se dedicó por entero a esperar la caída, su propia caída.