Cuando escucharon el gran estruendo viniendo del exterior salieron corriendo a ver que pasaba. No alcanzaron a observar nada pues una mancha oscura se les vino encima y algo pesado los aplastó. Los saqueadores se comieron todo lo que pudieron y destruyeron el resto, muebles, plantas, electrodomésticos, la alfombra. Cuando acabaron, uno, que parecía ser el jefe, guió al ejército a la siguiente casa, que aparentaba estar más preparada, pero que también se rindió en breves minutos ante el poder conejuno. En poco tiempo habían caído muchísimas casas, pero el movimiento se disolvió, presumiblemente, por envidias, soberbia y rencores internos.